Lugar: Teatro Calderón
Hora: Primera función: 10,00 h. – Segunda función: 12,00 h.
Dicen los científicos una cosa rara: que la música consiste en una serie de ondas que se transmiten a través del aire y que llegan al tímpano. ¡Y creen llevar razón! Alguien debería plantarse seriamente ante estos señores y señoras tan serios para decirles que eso no es la música, que eso es sólo el sonido. Cuando uno escucha música ocurren otras cosas que los científicos no son capaces de explicar: uno puede sonreír, mantenerse serio, reír a carcajadas, cantar, llorar, emocionarse, bailar, volverse loco, dejar de estar loco… Yo misma se lo diré: –Miren, señores científicos, con el debido respeto, tienen ustedes aún mucho trabajo por delante en el estudio de la música… No, no empezaré así. ¿Qué tal de este otro modo?: –Señores científicos, dense cuenta de que la música es algo más que sonido, puesto que uno puede volverse loco… No, hoy no estoy inspirada, así que se lo diré como hacemos en Segovia, al grano: –No se preocupen en investigar sobre la música porque nunca podrán explicar ni qué es ni cómo actúa ni qué efectos produce: Miren, señores científicos, la música es magia, y como ustedes no creen en la magia, siempre pensarán que la música no es verdad y dirán que tiene truco.
La magia y la música son dos artes hermanas. No se sabe qué existió primero, si la una o la otra. Tal vez nacieron al mismo tiempo. Una vieja historia cuenta que un rey tenía dos hijos, niño y niña. El niño tartamudeaba y la niña, más pequeña, nunca jamás había sonreído. El rey, preocupado por los príncipes, ordenó acudir a todos los médicos del reino para tratar de curarlos. Nadie lo consiguió. Un joven de cabello rizado y lentes chiquitas llegó a la ciudad y pidió que le dejasen probar. –Soy un mago, dijo al rey. Nadie sabía lo que era un mago. El joven comenzó a hablar entonando las palabras, cantando, de la forma más dulce que jamás se había oído. Y enseñó al príncipe a hablar de esta manera, pues entonando las palabras no tartamudeaba más. La princesita, al escuchar el canto de su hermano, comenzó a sonreír. Y cada vez que le escuchaba cantar, sonreía de nuevo. El rey le preguntó cómo se llamaba esa forma de hablar entonando, cantando, que hacía que su hijo no tartamudease y que su hijita sonriera: –Eres un mago. ¿Es eso magia? Y el joven de cabello rizado y lentes chiquitas respondió: –Sí, es música. Pero tiene truco: Para que el sonido se convierta en música es necesario abrir el alma al cantar o tocar. Música y magia, por tanto, son casi una misma cosa. Y los científicos sólo lo entenderán si no tratan de razonarlo. El rey de la historia quiso pagar al joven con una bolsa de oro, pero este dijo: –Gracias, pero preferiría esa cosa que tenéis en ese rincón, dijo, señalando a un violín viejo, roído y polvoriento, que nadie sabía qué era, para qué servía, ni para qué podía quererlo el joven. Al fin y al cabo, nadie puede aprender a tocar el violín por arte de magia. ¿O sí?
Al fin y al cabo,
un músico es un mago
Enrique García Revilla
Orquesta Sinfónica de Burgos
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